Por Jorge Garrido
Para empezar, me dijo, algunas personas dudan de que sea un artista. ¿Crees que no lo soy? No sé, para eso quiero entrevistarte. ¿Por qué crees que dudan? Porque soy diferente en ciertas cosas. Para empezar, le digo, nadie sabe cómo te llamas ¿Cuál es tu nombre verdadero? Todos te conocen como el Pintor de la Tierra. –Sí, ese es un problema. Me llaman así, pero mi nombre es Ernesto González Valdivia. –¿Te gusta que te llamen Pintor de la Tierra? –Eso de tierra confunde a algunos y piensan que tierra es pobreza, suelo, mala calidad. No sé si me gusta, pero me llaman así y no hay remedio a estas alturas.
–¿Piensan que si eres de la tierra es porque no sabes pintar con otra cosa? –Piensan eso, más o menos, pero es un error. No tiene nada que ver, pinto con tierra porque cuando comencé no tenía pinceles ni pinturas, y lo que tenía más cerca era la tierra. Yo trabajaba junto a mi padre labrando su cosecha en el campo. –Y te gustaba pintar. –Nadie me lo había dicho, es decir, nadie me dijo pinta, aquí está la pintura, el pincel, y pinta. No, nadie me dijo eso, yo me di cuenta que me gustaban los colores, las mezclas, los tonos, las tonalidades, viendo el fango de la tierra como se mezclaba y modificaba sus tonos cuando pasaban las ruedas de la carreta por encima. –¿Descubriste así la pintura? –Así. –¿Tenías conciencia de que eras un artista? –No, no lo sabía. –¿O no lo creía? –O no tenía conciencia de lo que era, como dijiste.
A Ernesto le brillan los ojos. Sabe que estoy avanzando por un terreno minado. Le duele, le duele mucho lo que estamos tocando. Es su punto frágil. Eso de que no crean en ti.
–¿Pistas con tierra pero qué empleas como pincel? –Plumas de ave. –Por eso les resulta difícil que crean en ti, Ernesto. Desafías las leyes de gravedad de la pintura. Vienes, así, de pronto, a modificar las cosas más elementales, algunos pueden pensar que tratas de vulgarizar la pintura, el arte, rebajarlo todo, simplificar lo que a otros les ha costado tanto esfuerzo, cientos de años pintando, están los grandes maestros, y quieres simplificar las cosas, eh. No me contestó de improviso, estaba pensando en lo que le decía. Debe ser un punto complicado de su vida pública.
–¿Eres un naif? –A veces tengo cosas de un naif, cuando pinto una casita y un caballo y una familia cerca de un río, como hacen todos, sin respetar proporciones, a mi manera, pero en muchas otras cosas no soy un primitivo. No puedo considerarme dentro de esa corriente a tiempo completo.
En ese momento, Ernesto dejó de mirarme y clavó los ojos en el piso. Estaba rastreando probablemente algún recuerdo relacionado con esa pregunta. Entonces me fijé bien en su cuerpo: bajo de estatura, unos 50 años, tocado de boina, vestido de blanco de arriba abajo, inquieto, pelado discreto, piernas abiertas, atentas, como listas para salir repentinamente, bigote fino, rasgos de campesino cubano, descendiente de español, blanco de piel pero quemado por el sol del campo. Expresión de gente buena, sencilla, locuaz, ingeniosa. No tiene nada que ver con la imagen estereotipada de un pintor. Alcancé a ver un diente de oro brillante. En el fondo sus ojos brillaban como atentos para dispararse. Me pareció que vibraba de una manera muy extraña. Volví a la carga. –
¿Te consideras un pintor raro y un ser raro en este mundo? –No –me dijo rampante. –Eres raro, Ernesto. Pintas y no parece pintor, eludes los instrumentos convencionales. Estás pintando con tierra y pluma de ave. –Pero no soy raro. ¿Por qué? Soy igual que otros seres que me rodean. Mira, es lógico que un artista tiene que irse de o común, y su imaginación tiene más fuerza que su pensamiento, y por eso muchas veces se arrastra o se deja arrastrar por la imaginación o la concentración en un tema de una situación diferente, de acuerdo al género del artista. Y lo ves entretenido, disperso, como tonto. Pero es que está pensando en muchas cosas, está dando rienda suelta a su imaginación. –¿Te sucede eso? –Me sucede. Y me sucedía cuando era niño y me quedaba mirando los colores de la tierra, y mi padre al verme rezagado, me apremiaba. El creía, entonces, que yo tenía algún problema en la cabeza, que seguramente poseía algún retraso o trastorno. La persona que siempre está sobre lo normal y lo común siempre le va a aparecer eso extraño, porque piensa que quien se comporte así es una persona diferente y no lo va a entender. Pero el artista al final es como las demás personas. –¿Quieres decir que son seres terrenales aunque más sensibles? –Son seres iguales que los otros. Más sensibles, sí, más imaginativos, sí. Mire, le voy a decir algo: todo esta entre cielo y tierra, tanto sus impulsos, sus emociones, sus pensamiento como su imaginación. En ese sentido no somos diferentes. Mientras todo lo que se cree esté en este mundo, y emane de las experiencias visuales, desde su niñez, incluso, hasta lo actual, como es mi caso, por ejemplo. Si es así, pertenece a lo natural, no al más allá. –¿Pero eres raro, vuelvo a preguntarte? –No es que sea raro, sino hipersensible. Mientras más grado de sensibilidad tengo, y tiene cualquier artista, resulta más comunicativo y receptivo. –¿Eres irascible? –No. No lo creo. –¿Y cómo se manifiesta esa sensibilidad? –Si tienes esa cualidad, me refiero a la sensibilidad, es para todo, no es como un botón que lo aprieta para una cosa y no para la otra. Sí eres sensible, eres sensible, no hay remedio. ¿Cómo se manifiesta?, me preguntas. En los cambios de tiempo, por ejemplo. En la relación con las demás personas, unos me aceptan y otros me favorecen. Ante los hechos cotidianos. Existe la emoción. La lluvia, los días de sol me favorecen. Me siento hijo de la luz. Los días grises me siento más triste. –¿Te daña la tristeza? –Me daña. Yo dependo de la luz y del buen ánimo. Cuando no siendo esa alegría me deprimo y no puedo crear. –
Pero ¿te deprimes? –Yo no me deprimo así como la gente dice que se deprime. Las emociones son como un carro que hay que aprender a manejarlo o no puedes crear nunca. También existe la experiencia, el oficio, que te permite pasar por encima de las contrariedades y hasta de los estados de ánimo. –¿Puedes controlar eso que sientes? –Puedo controlar la personalidad. –¿No matas así la espontaneidad? –No lo creo. Es como decir, hacer una buena concentración. No, solo sé concentrarme sin llegar al desconcierto, sino sé hasta qué punto tengo que desconcentrarme. Hay que saber manejar el carruaje de la profesionalidad. De lo contrario sería sin rienda. El artista debe de tener sus riendas muy bien. Hasta donde deba correr ese caballo. Sin que se desboque. A través de la experiencia del tiempo. Cuando me monto en ese carruaje puedo crear fluidamente.
–¿Puedes pintar por encargo? –Bueno, lo logro ahora, solo desde hace un tiempo para acá. –Ernesto, ¿estudiaste en academia? –Nunca. Ni siquiera he estudiado en un aula prácticamente ninguna asignatura. No tengo nivel escolar, digamos oficialmente. –¿Quieres decir que no tienes grado escolar? –Apenas. No te voy a decir hasta qué grado llegué. –Pero…. –Te digo más: aprendí a leer y escribir a los 11 años. Y a reglazo puro. La maestra que me pusieron me pegaba para que aprendiera las letras, a unir palabras, y a contar los números. Pero no crea que aprendí tanto. Sus ojos chispeaban de atrevimiento. No guardaba pena ni rencor consigo mismo ni a los demás que debieron ocuparse de que estudiara a su hora. Pero, cómo este hombre que pinta, habla, analiza, piensa, no ha ido a la escuela. No es analfabeto, pero ha estudiado muy poco, y a la vez, impresiona como un hombre inteligente. Por un momento pensé que aquel cuerpo de hombre entero, intrépido, desafiante, pudiera resultar muy frágil. Ernesto desafiaba las leyes naturales del desarrollo del hombre.
Quise cambiar de tema. –Pintor de la Tierra, ¿a veces pienso que puedes ser un mito? –Puede ser, pero no lo creo. Soy un hombre vivo, real, normal. No me creo nada especial. Ni una estrella. –¿Y tus relaciones con las demás personas? Tienes fama de ser extrovertido, comunicativo, animado siempre. Muy conversador. –Mire, ese es un tema. Lo primero que hago es observar a las personas. Si hay afinidad. Puede que tengamos una amistad. Si no somos afines, podemos tener un enlace. No lo eludo ni rechazo, pero sé que no es igual. Digamos que hay que trabajar más esa relación. Yo miro con una varita a las amistades más allegadas y con otra a las más cortas.
–Ernesto, ¿Cómo te distraes? –Fácilmente. No necesito de un cabaret ni un cine. Muy pocas veces voy al cine. No veo películas por televisión. No puedo mantener el tiempo frente a una pantalla. –Volvamos a la pintura. ¿Cómo es que logras que la tierra sea pintura? –Bueno, yo empecé modelando el fango. Al no tener plastilina. Yo iba dándole forma al fango que era una arcilla negra. -¿Dónde era eso? –En la colonia del central Tuinucú, al norte de Santi Spíritus, al centro de la Isla, a unos 400 kilómetros al este de la Habana. Esos pedazos de fango amasados por las ruedas, porque iba detrás de ello. Las moldelaba con las manos cómo si fuera plastilina. Mi padre me peleaba decía que era una manía de bobo, que era un muchacho muy entretenido, que tenía que despertar. Pero, yo quedaba exhausto, mirando las raíces que se asomaban. –¿Qué te atraía de la tierra? –Los colores, las formas que se cambiaban, se organizaban figuras, cosas atractivas, extrañas. Pero, además, estaba el olor de los árboles, cuando calienta el sol la resina de los árboles comienza a despedir un olor muy característico. Me sugería cosas. Y me provocaba aglutinar la tierra. Era la necesidad del color. Me gusta el contacto con la naturaleza. Yo sé cómo es una superficie sin haberla tocado nunca. Si es rugosa o lisa. Me atrae mucho la relación con el olfato, el campo visual, el tacto. Toco un suelo y sé el enlace entre olfato, tacto y lo visual. Tocando sé con qué resina puedo aglutinar un tipo de suelo, arenoso o de otro tipo. La resina es una savia que tienen los árboles de acuerdo a la transpiración de los minerales, al proceso interior de los vasos de la planta, los vasos leñosos oliverianos. De acuerdo a ese intercambio entre mineral, esa esencia, esas aguas, con la glucosa, el intercambio con el oxígeno que transmite la planta. Si es pino tiene una esencia diferente, si es almacigo, igual, si es jagüey es diferente. Todo esto responde a las características del árbol y de acuerdo a sus funciones fisiológicas y químicas. De eso depende a que responda o no a un determinado tipo de suelo. El árbol tiene que ver con el tipo de suelo, si combina o no una formulación resistente y adecuada o no. Yo tengo la intuición de poder saber si me puede servir esto para esta cosa o la otra. Químicamente.
–¿Entonces, cuando empezaste no habías descubierto la pintura? –No la había descubierto. No sabía que era, estaba muy lejos de mí. Por eso me incliné hacia la tierra y me hice pintor de la tierra. Era lo que tenía cerca. –¿Pero no es que tomes la tierra así y pintes con ella? –No, no es tan fácil. –¿Cómo se preserva la tierra en un cuadro? –La tierra se preserva siempre. Usted ve, por ejemplo, en el patio de su casa, la tierra siempre, aunque caiga agua, pasé un huracán, lo que sea. Allí estará la tierra, es mejor que el óleo, la tempera, en ese sentido de la conservación. Ahora, lo que hago es buscar las combinaciones de tierra, las mejores, las que mejor armonicen, encontrar diferentes colores. –¿Y dónde las buscas? –En diferentes sitios de la Isla. Yo sé dónde están las mejores tierras y las encuentro. –Ahora, quiero que me expliques cómo es que pintas, es decir, cómo es que creas artísticamente hablando. –Bueno, eso es una cosa muy extraña, muy particular. En el momento de pintar, de crear, tienen que funcionar tres cosas que son como tres canales que me llegan a mi cuerpo. –¿Canales, dices? –Yo les llamo canales. Te voy a explicar. Primero, hay un canal que es el sonido ambiente. Por ejemplo, el ruido de un vecino, un vendedor, alguien trasteando cerca. Ese es un canal que me produce tranquilidad, que me incita a trabajar. –¿Qué estás en este mundo, qué tienes una realidad cercana? –Debe ser. –¿Y si es de madrugada y no hay sonido de ambiente casero? –Entonces me acompaño de mi propio silencio. Es un mundo sonoro al que puedes conectarte. – ¿El segundo canal? –La música. Me inspiro escuchando música. Me conecta con el mundo emocional, me produce estados de ánimos favorables. La música es un canal estimulador. – ¿Qué escuchas? –Alguna música sentimental. No triste, pero sí emotiva. Antes escuchaba por ejemplo un mismo disco de Beatriz Márquez (una cantante cubana muy famosa sobre todo hace 20 años y que se mantiene en la escena) – ¿Beatriz Márquez? –Sí, Beatriz, ella lo sabe.
–¿Y el tercer canal? –El tercer canal es el más extraño e importante de todos. Es como si alguien me soplara al oído lo que debo hacer. Yo empiezo y no sé qué voy a hacer exactamente. Lanzo un trazo y este trazo me lleva a otro trazo y a una figura y a buscar un color y sigo pintando. Es como si alguien que no soy yo me va guiando. Me va diciendo, has esto, y lo otro. –¿Sin ese canal no puedes pintar? –No puedo pintar. –¿Es la musa? –No, es otra cosa. La musa puede aparecer pintando y sin pintar. –Qué es, entonces? –Es como si no fuera yo, como si fuera un instrumento de alguien que pinta y que sabe de pintura y que me va diciendo lo que tengo que hacer y que no sé porque no sé de pintura. – ¿Has visto eso con un especialista? –No. – ¿Sabes a qué se debe? –Bueno, tengo mi tesis. A mí me han ocurrido cosas en mi vida personal. Estoy en mi meseta trabajando como si yo lo supiera de antes lo que voy a hacer y me he sentido muchas veces confundido en el caso como si me estuvieran soplando al oído la forma en que tenga que hacerlo. –¿Es como una voz? –Un rumor, quizás.
–¿Alguien te ha dado una explicación de esa sensación? –No, pero es lo que me permite ser artista. Una persona cercana tiene una tesis de que yo tengo una memoria de una vida anterior. – ¿De un pintor, quieres decir? –Eso. – ¿Y que tú no eres el pintor sino él? ¿Y es él quien pinta? –Puede ser, aunque yo también pinto. Pero, me siento siempre un pintor dirigido por alguien que nunca he visto. Ernesto había llegado al punto climático que más le interesaba en la entrevista. Estaba confesando sus momentos íntimos y decisivos como artista y revelando toda la contradicción de su naturaleza como artista. Son los misterios de un artista. Y lo hacía sin avergonzarse. -¿Cómo duermes, Ernesto? –Duermo bien. Casi todas las noches me acuesto pensando en algo del proceso de trabajo. Me quedo dormido en ese pensamiento y amanezco de 5 a 6 de la mañana con una solución.
–Pero, ¿ahora, Ernesto, te consideras ya un artista? –Me considero. Mi padre no me entendió, no lo culpo. Me considero un artista porque soy una persona que tengo hipersensibilidad, soy receptivo y transmito al mismo tiempo, a través de una concentración e imaginación y con alquimias muy originales.
–¿Dónde se decide que seas un artista? –¿Dónde se decide? No solo soy un artista en la capacidad de pintar silenciosamente, sino en la capacidad de hacer un espectáculo frente a un público, en esos casos, en lugar de achicar me crezco. – ¿Has hecho espectáculos? –Sí, he pintado en público, y dentro de un espectáculo musical. Aquí por ejemplo. Estamos en el patio de su casa, una hermosa vivienda a unos 50 metros de la avenida Rancho Boyeros que lleva directo al aeropuerto internacional José Martí, de La Habana. El patio está cuidadosamente arreglado, lleno de árboles, naturaleza, mesas de hierro pintadas de blanco, cuadros suyos, un pozo de agua que él mismo construyó dando palas y picos, y un escenario perfectamente montado para brindar espectáculos. –¿Qué hacías aquí? –Ya no lo hago, porque las ventas han bajado en general, y cuesta organizar estas veladas que me gustaba hacer con amigos y vecinos. Y yo cantaba.
–¿Cantas, Ernesto? –Canto, tengo dos cd grabados, con un grupo musical que armé. Canto y compongo mis propias canciones. –¿Y que sucedía esas noche? –Esa noche, los amigos y vecinos recitaban poemas, cantaban, y en un momento climático, me subía a aquel otro escenario pequeño que construí entre los árboles y empezaba a pintar. –¿Podías pintar en medio de ese barullo? –Podía pintar ciertas cosas. Era un espectáculo integral. Se lograba un ambiente. También los niños actuaban.
–Ernesto,¿te has enamorado? –Me he enamorado. Y pienso que el amor, las fantasías, el sexo son importantes. Sí, me he enamorado. Y me he apasionado. La pasión no es lo más correcto del amor. Lleva al descarrilamiento. –¿Piensas así? ¿Has sufrido, eh? –Sí. –¿Y fantasìas sexuales? ¿Tienes? –Fantasías, fantasmas, no, eso no. –Digo, fantasías sexuales. –No, no, los fantasmas no me gustan, y es lo mismo. No son reales, prefiero lo que siento directamente. No he sido penetrado por fantasías. No soy fanático a nada, ni a mi propio arte. Mi arte si es fanático a mi persona.
–¿Por qué crees que algunos creen que no eres artista? –Porque no fui a academias, porque empleo la tierra. Frente a las críticas, yo digo, soy un artista que pinto para alegrarle el corazón al hombre. Mi pintura es alegre. Hay pinturas más decorativas y otras más conceptuales. La vida está llena de tristezas, fracasos, problemas, encuentros, y situaciones no todas agradables. Mi arte de construir estéticamente lo que favorezca la realidad. Muchas personas hacen arte derrumbando. Es más fácil destruir que construir, sobe todo si construye con estética.
–¿Y hay arte en tus pinturas? ¿Estás seguro? –Hay emociones, hay música, hay ideas, hay ritmos, coloridos, figuras, transparencias, luces y sombras. Hay olores. Recuerdo mucho cuando esta lloviendo el olor de la tierra mojada, recuerdo mucho eso, el olor de lo mojado. Y hasta percepción auditiva. Escucho mi pintura. –¿Y tesis, conceptos? –Indirectamente las hay. Aunque no hago pintura de tesis, ni política. Pero en el fondo está todo eso a través de las formas, los colores, las emociones.
–¿Y no hay una idea que te hace pintar? –No, es espontáneo. –¿Te planteas un mensaje, una idea determinada? –Depende. Si me lo propongo y tengo una idea determinada. Si quiero improvisar lo puedo hacer. Parecido al repentista. Puedo improvisar a partir de una idea. Pero lo que me ocurre normalmente es voy para mi taller sin saber qué voy a pintar. Qué voy a hacer. Función de comunicación de esos canales que te expliqué. Alguien me dirige al oído y de allí brota. Solo tengo que ponerme, preparar condiciones y ponerme frente al formato. Un color pide al otro. Una mancha pide la otra y así se va haciendo la obra. –¿Dibujas? –Dibujo figuras. Me gusta.
–Dónde aprendiste a decir ¿percepción auditiva? –No sé. –La empleas correctamente. Mas, me llamaba la atención. ¿Debes haber leído mucho por cuenta propia al no cursar estudios regulares ni siquiera de nivel medio. –¿Quiere que le diga algo que no va a creerme pero es la verdad? –Dígame, Ernesto. –Nunca he leído un libro, ni tampoco una página completa. –¡No puede ser! –No tengo paciencia. Me desespero. Tampoco tengo gran facilidad, quiere decir, velocidad, para leer. –Pero ves, seguramente, mucha televisión y ahí se te pegan las palabras, las ideas, los conceptos. –No veo televisión. Al menos no veo filmes porque no alcanzo a leer los cartelitos con las traducciones. Tampoco leo la prensa. –No es posible. –Es así.
–Entonces, dime, Ernesto, si no tienes cultura, si no has ido a la escuela, si no lees libros ni ves filmes, ni asistes a conferencias lustradas, ni lees un periodico, cómo sabes y empleas correctamente las palabras que he escuchado en esta entrevistas. Has dicho percepción auditiva, figurativismo, abtraccionismo, conceptualización y otras? ¿Cómo has adquirido la cultura si no es a través de los libros? –Mediante la percepción visual, auditiva. Tomando los ejemplos de las personas que me rodean. Comunicándome. Soy muy observador. Es una cualidad del pintor. Desde observar desde el paso de una lagartija cómo se mueve para cazar, los colores de un animal, como una persona se comporta cuando espera a otra. Cómo se expresa una persona cuando está triste o alegre.
–¿Pero, las palabras que empleas necesitan un comprensión, un nivel de concepto para entenderla y usarlas bien. Y las usas correctamente? –No sé, esas palabras las he escuchado y sé lo que significan y las puedo emplear. Mire, no se rompa la cabeza, una cotorra en un monte sola no repetiría una palabra. –Eso es verdad pero resulta sorprendente. A veces hablas como un especialista. –Ya le digo, alguien me dice las cosas al oído. Me siento dirigido por alguien que no sé quién es. –¿Crees en la musa? –Creo en la comunicación espiritual. Una buena comunicación no está dada porque esté pensando en lo que esté realizando. –¿Cómo es eso? –Es algo más complejo. Tiene que haber una fuerza interior muy grande.
–¿Y has tenido alguna vez una musa mujer? –No, no me lo imagino. No me ha ocurrido. –¿Sientes soledad? –La siento. Cuando no he empezado a pintar presiento la soledad. Antes necesito la gente. Después ya no la necesito. Me siento acompañado. Del cono central de mi vida. –¿Qué es el cono central de tu vida? –Las razones de mi existencia, de lo que hago y por qué lo hago. De cómo soy. –Y además del aislamiento natural de todo artista para crear, ¿qué sucede cuando estás en público? Digamos, ¿en una entrevista en televisión?
¿Has ido a la televisión? –Muchas veces y siempre salgo bien. Me gusta hablar ante las cámaras y rodeado de gente. Tengo, incluso, un vide clip que hice sobre los camellos (camiones-ómnibus muy pesados que transportan una gran cantidad de personas en La Habana). Compuse la música, canté y lo grabé en un estudio de televisión y una cámara de video. Entonces, siento algo especial. Me han entrevistado muchas veces.
–¿Qué es lo que sucede ante el público? –Me siento capacitado en ese momento para responder cosas que nunca he pensado, leído ni vivido. Son momentos. En ocasiones me he sentido así. En otras ocasiones, he dicho no soy yo, no estoy capacitado. Y son las mismas personas que tengo delante. Lo que quiere decir que son momentos diferentes y que algo extraño ocurre en uno y otra situación. Afortunadamente cuando estoy en público estoy en el canal adecuado. –¿En cada imagen tuya hay un contenido? –Muchas veces el contenido puede ser de algo que no sea conceptual, que sea figurativo. Puede haber abstraccionismo, cuando yo hago trazos y manchas. Salen de la expresión de ese momento. Pueden aparecer manchas o líneas que refuerzan. Quiero decir la expresión de las fuerzas internas de una persona, las emociones, el pensamiento. En el abstracto está muy dado que se interprete como lo quiera interpretar. Pueden ser polisémicas. –¿Otra lectura de la obra, quieres decir? –Otra. Es un contenido inconsciente conciente, porque cuando existe la intención de hacer manchas y colores tiene que haber una conciencia bajo una concentración muy absoluta, y una magia muy interna de la persona.
–¿Qué te transmite Picasso? –De Picasso, he visto muy poco. Porque no me considero un intelectual digamos académico. No he visto casi obras de Picasso. Lo que he visto me ha impresionado mucho, las formas de las líneas, el colorido. –¿En qué corriente artística te inscribes? –En ninguna. Yo no tengo corrientes, práctico diferentes manifestaciones y tendencias, digamos. Yo practico el paisaje, lo mismo campesino que de ciudad. La abstracción, el retrato. –¿Y los críticos qué dicen? –De todo. Los periodistas, generalmente, escriben bien de mí. Han publicado mucho. Un crítico dijo que yo era un pintor primitivo. En paisajes campesinos yo soy muy ingenuo. No me gusta el hiperrealismo, eso puedo decir. En el tiempo de los girasoles cambio como persona. Soy un elemento natural igual que lo son ellas. Yo creo que todos los somos.
–¿Y qué piensa que diga un curador de tu obra? –Nunca me han hecho una curaduría de la obra. No tengo tampoco la claridad para saber qué es una curaduría. Ha habido personas que han hecho conmigo una tesis de grado de la universidad. Pero, digamos, no tengo contactos con la vida oficial de las artes plásticas. –¿Qué dicen los artistas? –Muchos me aprecian y dicen que les gusta mi arte que es muy espontáneo, original. Y que bueno que les llega. Hay otros que no dicen nada. Que se abstienen. Y algunos me han criticado y despreciado. Una vez que me presenté para ser miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba la comisión que me evaluó sentenció que no era artista. Pero después me admitieron, ya soy miembro.
–?Pero has expuesto en muchas partes? –Muchas veces. Yo fui el primero que me paré a pintar en vivo en los parques. Que después dio origen al grupo de la Catedral de La Habana. Que alguien tuviera el valor de pintar debajo de una mata frente al Capitolio Nacional, y me siguieron una cantidad de gente que se me pegaron. Y empecé a exponer en la galería La Acacia. Se formaban discusiones al aire libre acerca de mi técnica alrededor de mis cuadros.
–¿Y qué sucedió después? –Un día me llaman y me dicen que la comisión de artes plásticas se había reunido y había determinado que mi obra no era reconocida para estar en La Acacia, y hasta me lo dieron por escrito. Ese día, por un decreto me condenaban a no ser pintor. –¿Hasta dónde te dañó esa decisión? –Fue un golpe, pero me repuse. Y seguí pintando, y llevando mis piezas a museos, galerías, instituciones, hasta que alguien dijera que creía en que eso era arte. –Pero, la técnica de la pintura con tierra la inscribiste como propiedad intelectual? –Lo presenté, hace muchos años, y una comisión técnica determinó que no. Y que incluso no les gustaba lo que yo hacía. Y quedé sin inscribir mi invención. Quizás ahora la hubieran aceptado, pero decidí no presentarla más y dedicarme a pintar. A estas alturas, ya alguien debe haberla inscripto en otro país, cuando entonces revisaron y nadie había la había presentado en ninguna parte.
–¿Has expuesto en las galerías importantes de La Habana? –No, no podido. Yo he ido pero no me han aceptado exposiciones en esos lugares. –¿Qué idea tengan de ti los especialistas? –Puede haber una evaluación equivocada de mi obra. Tengo criterios de artistas que me han evaluado muy bien la obra. –La prensa, en cambio, te ha apoyado? Casi todos los periódicos de Cuba y revistas, y la televisión, te han sacado alguna vez. –Y el cine. Me han realizado tres documentales de cine. Santiago Villafuerte con El milagro de la tierra. Se proyectó en los cines cubanos. Se puso en un festival cinematográfico en todos las salas cinematográficaas de estreno de Cuba. Y está en venta en video.
–¿Pero, realmente, cómo empezaste? –Después de esa etapa de probar el fango, luego la tierra, los suelos, comencé a pintar lo que sentía de una forma muy instintiva. Cuando tuve listo un número de cuadros pintados con tierra, algunas personas me alentaron a que los presentara para una exposición. Entonces me dirigí a la dirección de Cultura del territorio donde vivía, pero me respondieron que la pintura de tierra no estaba probada por Cultura Nacional y que no podía exponer ni llevarla a concurso. –No aparecía la luz. –Eso. Y entonces me dirigí a la Asociación de Pequeños Agricultores de Cuba (ANAP) de la provincia de Villa Clara, al centro del país, y les plantee que le si les interesaba, porque era la tierra. Les dije que yo trabajaba la tierra de forma artística y que era campesino. Después de consulta, me imagino que con la propia dirección de cultura de la provincia, me dijeron que eso no era arte.
Ernesto ha alcanzado un clímax en su explicación. Parece retorcerse de los estragos de aquellos tiempos en que no creía que era un artista ni que la tierra podía emplearse como pintura. Sin embargo, advierto cierto desquite en su recuento. –Entonces alguien me dijo: vete para La Habana. Y vine en un tren con todas las obras, en un tren lechero (que para en todas las ciudades), con una ingeniera química que me acompañaba dispuesta a pelear porque aquello se aprobara, y las piezas viajaron en el baño del último coche escondido. Llegué a la capital y fui a marcas y patentes. Tenía la aspiración de que se aprobara como una invención técnica, para que fuera Cuba quien tuviera el honor de tener este invento. Fui al organismo correspondiente, que se llamaba entonces por siglas UNTEN, y allí estuvimos 20 días de búsqueda en los registros del mundo para ver si había algún invento semejante ya inscripto.
Efectivamente, continúa Ernesto explicando, la pintura de tierra no estaba registrada en ninguna parte. Era una invención original. Sin embargo, al final, una comisión me dijo que la técnica del pintor no supera la técnica actual: el óleo, la tempera y la acuarela. Y me agregaron: además, la opinión de los especialistas de la oficina no es la mejor acerca de tu pintura. Yo dije, entonces: me interesa mi obra, si el público me acepta, si no, ya sé que la técnica no es válida. Me dirigí al parque Lenin para montar mi exposición. Y allí fue donde se rompió la inercia, muchos videos de filmaron con mi primera obra.
–¿Qué exposiciones, finalmente, has realizado?. –Como 90 exposiciones personales. Y colectivas tengo 12. Desde el año 1978. He expuesto en el Capitolio Nacional, en el Parque Lenin, en los hoteles Neptuno, Nacional, Vedado, Habana Libre, Inglaterra, Palco, Aeropuerto José Martí, Pabellón Cuba, Expocuba, en varias embajadas en Cuba. En las galerías Víctor Manuel, en La Catedral de La Habana, la Diago. Museos: Arte colonial, Napoleónico, La Mina, Educación. Exposiciones permanentes: restaurante La Mina, Capitolio, hoteles Neptuno y Tritón, y el Vedado.
–Cómo logras que la tierra sea pintura? –La tierra tiene un pigmento natural que es la oxidación de los minerales que contiene el suelo. Al hacer un proceso primario de lavado de la tierra, decantación, limpieza, purificación de ella, lógicamente esto se lleva a un grano deseado. Es roca, arena, arcilla, capa vegetal, micas y conchas. Ese es el suelo. Yo trabajo con todo lo que es el suelo. Me dicen el pintor de la tierra pero soy el pintor del suelo. Son todos los elementos que componen el suelo. Se lleva al grano deseado. Mediante molinos, tamices. Una vez que esta tierra pasa el proceso primario, pasa a un laboratorio artesanal donde ya dejan de trabajar los ayudantes conmigo y yo solo a esa alquimia muy propia, de aglutinar esos suelos, los mezclo con resina de diferentes árboles, el mineral que contiene, para obtener la coloración propia de su textura. Después los envaso en polvo ya procesados estéril o preparados líquidos. Y preservo los colores naturales. Mezclo los colores. Por ejemplo, el blanco y el rojo me da rozado, de acuerdo a los tonos. Los colores tierra. La tierra me permita una gama de 250 tonos de colores diferentes. El instituto de suelo de la construcción expone que yo no tengo la tercera parte, me falta la tercera parte de tonos diferentes. Que colores no están en el suelo. Todos están en el suelo. Si son rocas tengo que triturarlo. Es muy artesanal todo. Finalmente sale en forma de pintura de la tierra.
–¿Sobre que materiales se puede pintar? –Sobre madera, lienzo, cristal, cartulina, cartón, metal. Sobre plástico no puedo pintar. No es un buen soporte. Y se conservan las pinturas liquidas pueden estar cinco años envasadas. El polvo es eterno. La tierra tiene un fijador propio natural, ella no decolora nunca. El patio de su casa siempre tiene el mismo color, a no ser que te cambien el suelo. Y está a la intemperie.